Cuando padeces
una enfermedad oncohematológica entras a formar parte de un club. Da igual tu
edad, tu ideología, tus creencias, tus vivencias previas, porque dentro de ese
club solo son importantes dos cuestiones:
La primera, que
mágicamente se produce el entendimiento pleno del resto de los integrantes del
mismo. Al que no ha pasado por esta situación en primera persona le cuesta
empatizar con ciertos procesos comunes a la mayoría de nosotros. Se trata de
enfermedades que en muchos casos se complican y se prolongan terriblemente en
el tiempo, y donde la posibilidad de la recaída está en nuestras peores
fantasías durante años. Además, los tratamientos para la curación son
dolorosos, largos y muy incapacitantes. Por si esto fuera poco, en la mayoría
de los casos, uno no vuelve a ser el que era, ya que el cuerpo queda en menor o
mayor medida resentido. Te comparas con las personas de tu edad, y ves un
abismo que os separa, aunque consigas igualmente ser plenamente feliz por el
simple hecho de estar vivo. El foco tan potente sobre la muerte te hace ser
más consciente de la fragilidad y maravillosa oportunidad que es la vida, si
sabes aceptarla tal y como viene.
La segunda
cuestión es la necesidad tan grande de los integrantes del club de que al
resto les vaya bien. No lo deseas exclusivamente porque te puedas comparar con
ellos. No se trata de una cuestión egoísta, es más bien lo contrario. Deseas
genuinamente que puedan seguir adelante con sus vidas, que los tratamientos
sean un éxito. Que podáis celebrar juntos el fin de una etapa. Por suerte,
gracias a la ciencia y a los profesionales de la salud, en una amplia mayoría
de los casos, es así. Por desgracia, en algunos casos, se producen bajas entre
nuestros “socios”.
Ayer ha sido uno
de esos terribles días en los que hemos perdido a uno de nuestros componentes,
para mí muy especial. Se ha producido una baja irremplazable, aunque seguirá
presente en el recuerdo y en el corazón de todas las personas que tuvimos la
suerte de conocerla.
Iria, la única
forma que se me ocurre de dignificarte es escribirte estas líneas, y continuar
el tiempo que me queda de vida con la misma pasión y ganas, las misma que tú
procesabas. Sentí un flechazo desde el primer día que te vi, más allá de
que formases parte de mi equipo. Te llevo dentro, para siempre.
Por Iria y todos
los que se nos han ido, seguiremos adelante, porque somos un equipo, un club
muy especial.
Elena Velasco